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La arquitectura militar vasca desde el punto de vista arquitectónico es bastante pobre. En vez de imponentes castillos cuya contemplación invita a la imaginación a perderse en ensueños, tenemos humildes torres o casas fuertes, pobres y austeras, más o menos mutiladas y transformadas la mayoría de ellas en vulgares caseríos. Sin embargo, estos edificios son vestigios arqueológicos de una época que pesa mucho en nuestra historia. Son, pese a su pobreza, reliquias dignas de mimoso cuidado ya que datan de esos siglos de la alta Edad Media donde se fraguó el actual País Vasco.
Del siglo XIII al XV vivió nuestra tierra, pagando tributo a la época, en permanente guerra civil. Dos bandos se disputaban la hegemonía arrastrando en sus filas a sus parentelas y allegados, sembrando la tierra de desolación y ruina. Para defenderse, cuando las cosas venían mal dadas, levantaron sus torres. En ellas moraban y de ellas partían para sus correrías. Se levantaban por lo general en lugares estratégicos, en medio de sus propiedades. Las habitaban generalmente los señores ó jauntxoak de cada pueblo. La mayoría de los habitantes eran neutrales y no participaban en las luchas pero sufrían las consecuencias de ellas. Con los años, hartos de ser pacientes víctimas, decidieron contrarrestar el poderío de los Parientes Mayores o Banderizos organizándose en Hermandades que con el tiempo fueron amparadas por los monarcas. Estos apoyaron también con ventajas de orden tributario la erección de las villas que por lo general fueron amuralladas y albergaron preferentemente a la nueva clase social naciente: la burguesía o habitante del burgo (villa), comerciantes y artesanos principalmente. Las luchas entre la Hermandad o asociación de villas, y los jauntxoak tuvieron su punto culminante en la destrucción por aquella, de las principales torres. En 1456 desmocharon las torres de los más destacados banderizos, esto es, las derribaron hasta el primer piso. Al año siguiente, vino el rey Enrique IV al País Vasco y remató la acción destruyendo algunas más y prohibiendo su reedificación con piedras. O sea, solo podían utilizar ladrillos a partir del primer piso. Estos acontecimientos son el inicio del declive del poder de los banderizos.
La torre de Zumeltzegi es una de las pocas salvadas del desmochamiento. ¿Cuál fue la razón? En primer lugar que las luchas banderizas ofrecieron en Oñate un aspecto peculiar. Como todos los pueblos vascos estaba dividido en dos bandos: el de Garibay, cuyo jauntxo habitaba la torre de Garibai, que se conserva todavía con cierto aire de bandería, y el de Uribarri que habitaba en el hoy caserío de Jáuregui en el barrio de Murgia, que ha perdido toda traza de torre banderiza.
Los del primero, militaban con los gamboinos y los del segundo con los oñacinos. Pero había una tercera fuerza que destacaba los antagonismos entre estos dos bandos. Oñate pertenecía a la sazón un señorío a la casa de los Guevara. El señor de Oñate era por otra parte pariente mayor de los gamboinos en Älava. De aquí que el bando de Garibay fuese aliado del Señor siempre que éste midiese sus armas con los oñacinos del allende las colinas, pero cuanto se enfrentaba con sus vasallos, las cosas cambiaban. Ocasión hubo en la que ambos bandos se unieron contra las pretensiones del Señor.
La torre de Zumeltzegi era del señor de Oñate, pero sólo moraba en ella de tiempo en tiempo, cuando venía al pueblo. Su residencia habitual era el castillo y el palacio de Guevara, en el pueblecito alavés del mismo nombre.
En Zumeltzegi vivía habitualmente el alcalde mayor, o sea el representante del señor, o el prestamero, que venía a ser algo así como su alguacil particular. En la planta baja existían las mazmorras donde encerraba con grillos a los delincuentes comunes o a los vasallos que osaban enfrentarse. La razón de no ser su morada habitual fue, creemos, la causa principal de no haber sido desmochada.
Levanta su sólida y maciza estructura en un montículo, dominando el casco urbano de la villa.. Cuando se construyó Zumeltzegi, el pueblo propiamente dicho de Oñate, el hoy núcleo urbano, no existía. Por aquellos años éste se reducía a unas cuantas casas en torno a la hoy desaparecida ermita de Santa Marina, en el emplazamiento de la plaza del mismo nombre, a otro grupo de casas levantadas en una de las laderas del montículo donde se asienta la torre, hoy Mendikokale, y otra fila de casas al otro lado del montículo, hoy conocido por kale zaharra. El barrio de Santa Marina fue paulatinamente creciendo hasta convertirse en el actual pueblo. En los años en cuestión había adquirido ya preponderancia sobre los demás barrios convirtiéndose en el centro de lo que podríamos llamar vida política. Contribuyó no poco a ello su privilegiada situación topográfica, enclavada en el centro del valle, y en el centro también de las zonas habitadas por los parientes mayores o aide nagusiak. El señor de Oñate, para hacer presente su autoridad, levantó su torre en una eminencia dominando esta zona. De esta manera Zumeltzegi venía a ser el símbolo del poder de los Guevara. Y por si no fuera poco, al otro lado de la hondonada, en otra loma, en Jaumendi (monte del Señor), levantó la horca, advertencia permanente y muda para sus díscolos vasallos.
No poseemos datos concretos sobre la fecha de la construcción de esta torre. Por su factura parece del siglo XIII ó XIV, y es uno de los más antiguos y primitivos ejemplares de la arquitectura militar vasca. Su construcción está exenta de florituras. Todo en ella está supeditado a la función de fortaleza. Es un cubo de gruesas paredes que van perdiendo espesor a medida que suben los pisos, con saeteras en la parte baja que se conservan todavía, en tanto que las superiores han sido tapiadas. Sobre las ventanas del último piso aparecen unos modillones que hacen sospechar la existencia en otro tiempo de un cadalso.
Poco, o mejor dicho, nada se sabe de los acontecimientos bélicos de que fue testigo Zumeltzegi. Los documentos de esas épocas son escasos y nada nos suministran al efecto. Durante el siglo XVI, cuando el conde venía a Oñate se alojaba en ella y hacía encabezar pomposamente sus mandamientos con la siguiente frase: "En la torre y palacio de Zumeltzegi..."y en ella montaba su sala de audiencias para juzgar y dictar sentencias.
En esta misma centuria, que fue la más conflictiva en cuanto a las relaciones entre Oñate y su Conde, en dos ocasiones, por solicitud del concejo, expidió el Rey reales cédulas dirigidas al Conde ordenando que “de aquí adelante cuando manda redes prender a algunos vecinos de la dicha villa por algunos delitos que hayan cometido y otras cosas, no los llevéis, ni mandéis llevar presos a la dicha fortaleza que está fuera de la dicha villa, sino que los pongáis presos en las cárceles que ordinariamente hay en la dicha villa.
En la misma línea podemos situar la información que en 1601 solicitó el procurador síndico del concejo "para ciertos efectos útiles y necesarios al derecho de mi parte conviene que ante el presente escribano (...) se reciba información de cómo la torre y castillo de Zumeltzegi que es de su Señoría del Conde es casa fuerte y está en despoblado y lexos de la población de esta villa, y en ella reside Juan Ruiz Saenz de Ocio, alcalde mayor al presente de su Señoría del dicho Conde, y compele y apremia a que los escribanos procuradores y litigantes vayan a la dicha torre y casa fuerte.
En 1656 mandó el Conde construir una ermita adosada a la torre. Teníamos noticias de la existencia de ella por el documento que más tarde citaremos referente al traslado de los restos de varios familiares del Conde y algunas escasas referencias en otros documentos. Posteriormente hemos hallado un contrato y varias cartas de pago de obras realizadas en Zumeltzegi. En una de estas podemos leer: "de las obras hechas en la torre que el dicho su señoría tiene en esta villa, y en la nueva ermita que se ha hecho junto a ella". "Que a instancia y pedimiento de Ignacio de Antía (era el administrador de las rentas del Conde en Oñate) ha hecho unas obras de cantería en la nueva ermita que se ha fabricado junto a la casa y torre del dicho señor excelentísimo Conde, es a saber, 21 estados de pared de mampostería en el altar de la dicha ermita..."
En 1673 ordenó la condesa el traslado de los resto de algunos familiares desde Madrid У Salinillas de Buradón, donde estaban enterrados, al nuevo enterramiento que acababan de concluir en el altar mayor de la iglesia de San Miguel de Oñate, a la sazón de iglesia monasterial. En la ermita de la torre de Zumeltzegi fueron depositados los once ataúdes que al día siguiente serían trasladados con toda pompa a la cripta de la iglesia.
Desde fines del siglo XVII los condes de Oñate fueron despreocupandose de su condado y en consecuencia dejaron en manos de sus alcaldes mayores los negocios tanto de mando como los crematísticos. Más tarde los alcaldes mayores fueron perdiendo peso en el pueblo. Hubo años en que ni siquiera aparecían. Y así, con el correr de los años, osea con la evolución de la vida política, los administradores de los bienes fueron los que en realidad les representaron, si bien en la política apenas intervenía. En consecuencia la Torre de Zumeltzegi quedó vacía, deshabitada y más tarde habitaron como casa de labranza.
A mediados del siglo XVIII hemos hallado un contrato de arrendamiento por el que lo arrendaban a dos caseros por espacio de nueve años, y a otros cuatro caseros algunas de las tierras que le pertenecían en las inmediaciones de la torre.
A fines del siglo XIX el Conde vendió todas sus posesiones que tenía en Oñate, entre las cuales estaba la torre de hoy. En 1905 Ignacia Guridi compró la torre y la convirtió en caserío hasta 2011.
En junio de 2013 se convierte en Hotel Restaurante Torre Zumeltzegi gestionado por la familia Gorostidi - Anduaga.
Autor: Iñaki Zumalde, Septiembre de 2001